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• hace 1 mes, 2 semanasPEDRO GOMEZ• hace 10 meses, 2 semanas
En el viaje de la vida, a menudo nos envolvemos en el manto de la adultez, con sus responsabilidades y preocupaciones. Pero en el corazón de nuestro ser, reside un tesoro invaluable: nuestro niño interior. Mantener este espíritu infantil activo es una clave esencial para una vida plena y enriquecedora.
El niño interior representa la pureza, la maravilla y la alegría innatas. Es esa voz que nos invita a jugar, a reír sin motivo, y a ver el mundo con ojos de asombro y curiosidad. Al nutrir este aspecto de nuestro ser, nos abrimos a un universo de posibilidades, creatividad y felicidad genuina.
Mantener vivo a nuestro niño interior es un acto de amor propio y un puente hacia la espiritualidad. Nos enseña a vivir el momento, a apreciar las pequeñas cosas, y a conectarnos con los demás y con el mundo desde un lugar de sinceridad y empatía. Nos recuerda que, en el corazón de la complejidad de la vida, reside la simplicidad de ser.
Así que, da espacio a la risa, al juego, a la imaginación. Baila bajo la lluvia, maravíllate con las estrellas, persigue tus sueños como si fueras eternamente joven. Porque en mantener vivo a nuestro niño interior, descubrimos la verdadera esencia de la vida: el amor, la alegría y la eterna juventud del alma.